
Artículo de opinión escrito por Lydia Nava Vázquez , Vicepresidenta Nacional de Centros Empresariales de Coparmex Nacional | Vía: @elsolde_mexico
La grandeza de nuestra nación se revela en la capacidad de sus actores para unirse y transformar los desafíos en oportunidades. En un México que atraviesa cambios profundos y enfrenta retos estructurales, la unidad no es solo una aspiración, sino la herramienta fundamental que nos permite avanzar hacia un futuro más equitativo y próspero. En este contexto, la solidaridad y la subsidiariedad se presentan como ejes estratégicos que deben orientar el accionar de empresarios, gobiernos y sociedad civil.
No se trata de buscar el éxito aislado, sino de impulsar un trabajo colaborativo en el que cada parte, por pequeño que parezca, sume para el bienestar común. La solidaridad, entendida como el compromiso genuino de apoyar a los demás, se convierte en el cimiento sobre el que se edifica una sociedad más cohesionada. Cuando las empresas se integran en una red de apoyo mutuo, se fortalece no solo el sector productivo, sino también el tejido social que sostiene a nuestras comunidades.
La subsidiariedad, por otro lado, nos recuerda que las soluciones deben partir desde el nivel más cercano a la realidad de cada región. En un país tan diverso como México, es indispensable que las estrategias de desarrollo se adapten a las necesidades específicas de cada territorio. La descentralización del poder y el empoderamiento de las comunidades son claves para lograr que el crecimiento económico se traduzca en mejoras palpables para todos.
En el contexto global actual, en el que las incertidumbres y las transformaciones son constantes, es fundamental que repensemos el rol del sector empresarial. La verdadera competitividad no se mide únicamente en términos de cifras o rankings internacionales, sino en la capacidad de impactar positivamente en la vida de las personas. Es imperativo que las empresas asuman una doble responsabilidad: alcanzar la excelencia en sus operaciones y contribuir activamente a la construcción de una sociedad más justa y solidaria. En este sentido, la colaboración entre el sector privado, el gobierno y las organizaciones sociales se vuelve esencial para enfrentar retos como la desigualdad, la inseguridad y los desafíos en materia de desarrollo humano.
La integración de estos elementos –unidad, solidaridad, subsidiariedad, y el aprovechamiento de oportunidades globales– configura la receta para un México en el que el progreso se construya desde abajo hacia arriba, con la participación activa de cada uno de sus ciudadanos y la responsabilidad compartida de todos los actores económicos. Es en este cruce de caminos donde reside el verdadero potencial de nuestro país: en la capacidad de transformar la adversidad en un motor de cambio y en el compromiso colectivo de trabajar juntos para alcanzar metas comunes.
Sumemos esfuerzos y cultivemos lazos genuinos que trasciendan intereses particulares. Solo a través de la unidad y la colaboración podremos enfrentar los desafíos que se nos presentan y construir un futuro en el que el desarrollo económico vaya de la mano con el bienestar social. Porque el futuro de México depende de nuestra capacidad para unir fuerzas, para apoyar a quienes nos rodean y para impulsar un cambio que beneficie a toda la sociedad. #OpiniónCoparmex